martes, agosto 15, 2006

El niño, la bicicleta... y el sótano.

Acabo de tener una de esas experiencias en las que la realidad acaba casi superando a la ficción… casi…. por suerte para mí. Tal vez exagero, pero ha habido un momento en el que me he sentido protagonista, secundario o, simplemente, extra de una de esas películas donde el personaje en cuestión se adentra en una casa, cubículo, sótano, castillo, cueva, o lo que sea, que con tan sólo verlo, acojona, y en el que es evidente que el monstruo, bicho, momia, psicópata o similar, campa a sus anchas. Son esas escenas en las que todo el mundo piensa:

– Pero… ¿y este gilipollas?, ¿es que no se da cuenta?.... ¿por qué coño entra? Yo… ni arrastrao!

Hace un rato, cuando estaba llegando al portal de mi casa después de haber ido a correr un poco, justo cuando he entrado en el callejón (sí, es que para darle más mordiente a la historia… vivo en un callejón… aunque no literalmente, se entiende…) un niño que iba montado en bicicleta me ha dicho algo. Como aún tengo que poner el chip francés antes de siquiera escuchar lo que me dicen, el niño ha tenido que decírmelo una segunda vez. En ese momento, ya me he percatado que se dirigía a mí, y me he acercado a ver qué quería. El niño, que era negro (sin relación con cuestiones raciales, este dato tendrá significado más adelante), me ha vuelto a repetir lo mismo, por tercera vez, pero tan sólo he llegado a entender algo sobre bici y sótano. Me señalaba el fondo del callejón, justo donde está mi portal, y he pensado que era un vecinito que me pedía ayuda para bajar su bici a un cuarto que hay en el sótano del edificio para que los vecinos que quieran, puedan guardar sus bicicletas.

Creyendo saber ya lo que me pedía, yo le he dicho que no tenía las llaves de ese compartimiento, pero que podía bajarle hasta el sótano (es necesaria una llave para bajar por el ascensor). Así, cuando hemos llegado a mi portal, mientras yo me disponía a abrir, el niño se me ha quedado mirando y me ha dicho algo así como:

– Que no, que yo vivo aquí

y me ha señalado la puerta del edificio contiguo, unos de esos edificios tan comunes en París… por lo viejo, me refiero.
Sorprendido, y empezando a mosquearme un poco, me he acercado con él a la puerta de su portal, y mientras entrábamos me ha preguntado si yo era francés, esperando sin duda una respuesta negativa. Le he confirmado que, efectivamente, no… que era español. Sin profundizar más en el tema de las nacionalidades, hemos cruzado un pequeño patio interior, y el niño se ha dirigido hacia una puerta de madera, vieja, de esas que tiene cerradura pero que no funciona por lo oxidada que está, y que su función ahora la desempeña un candado. Es la típica puerta que esperarías encontrarte en un sótano de los que acojonan… de esos que os he mencionado antes…de los de las películas… El edificio, visto por dentro, desde la perspectiva del patio interior, se veía viejo y en un estado un tanto descuidado…. y oscuro… sobre todo oscuro. Vamos, que era un panorama como para cantar flamenco…

Cuando ha abierto la puerta (no, no ha chirriado… pero podía haberlo hecho, sin duda), ha aparecido ante mí una escalera de piedra, muy estrecha, con el techo bajo… y sobre todo… oscura… En ese momento he estado a punto de tirar la bici escaleras abajo y decirle al niño:

– Mira chaval, mejor le dices a tu padre que baje a colocar la puta bici, y no te pongas tonto que todavía te meto dos hostias

o más bien, en la versión algo más realista:

– Mira chaval, es que tengo que irme, que empiezo a notar que me estoy cagando

… y era verdad… pero de miedo… Pero bueno, por segunda vez, armándome de valor, he dejado que el niño fuese delante (aguantando todo el peso de la bici, el pobre….), y sin perder de vista la puerta, he comenzado a bajar las escaleras. Cuando hemos llegado abajo, el aspecto de los sótanos ha distado mucho de mejorar la perspectiva… y mi acojone… tampoco. Pequeños pasillos oscuros, con puertas de madera, y candados, manteniendo encerrado quién sabe qué demonios… Sin bajar siquiera del último escalón, he dejado la bicicleta (casi la he lanzado) y le he dicho al niño:

– Ça va comme ça?

que viene a significar algo así como:

– Bueno, ¿vale así?

– No, no ... es que hay muchas cosas – fue lo que me pareció entender como respuesta del niño, mientras yo ya estaba listo para recular de nuevo escaleras arriba

Y se ha puesto a abrir el candado… yo en ese momento ya estaba en el grado máximo de acojone, esperando ver salir a un cadáver, o peor, al padre del simpático niño… chamán de una tribu jamaicana, ávido de sangre y de entrañas humanas con las que realizar sus ritos de vudú.

Con los calzoncillos apunto de cambiarme de color, he cogido la bici y he intentado meterla dentro de un hueco en la pared (es un concepto que dista un poco del que tenemos en España de trastero). Evidentemente, estaba…. oscuro… muy oscuro. Y en ese momento, mientras tiraba la bicicleta dentro de ese agujero negro, me he sorprendido a mí mismo diciéndole al niño:

– ¿Es que no hay luz?

Si no fuera por lo terrorífico del momento, hasta hubiera resultado cómica la pregunta, coño.
Hecho el trabajo, mientras le preguntaba si ya estaba todo y mientras el chico cerraba la puerta del cuarto del terror, me he dado la vuelta, y sin esperar respuesta, me he encaminado hacia la escalera, pues clara tenía una cosa… mis intestinos no serían capaces de aguantar un esfuerzo más. Y hasta que no he salido de nuevo a la calle, y he entrado en mi portal, no me he sentido del todo a salvo.

Ahora, sentado aquí escribiendo, después de una tranquilizadora ducha, me siento un poco ridículo, y me pregunto qué habrá pensado el chaval. Pero os aseguro que ese momento, mientras subía de nuevo esa escalera de piedra, vieja, sucia y oscura… tan sólo era capaz de pensar en un tío grande... feo... con rastas... con una gallina muerta en una mano... y en la otra… un enorme cuchillo de carnicero!

Por eso creo, que la próxima vez que se le ocurra pedir ayuda al simpático español para bajar la bici al trastero.... comenzaré a hacerme el sueco...

3 Comentarios:

At 22 agosto, 2006 16:17, Anonymous Anónimo said...

Non mi lo credo, mentiroso, cuentacuentos o cuentista, falso, judas, engañamundos, fariseo, trolero di merda,encantador de serpientes. Terminaras en el fuego eterno del infierno si no dejas de contar mentiras tralara.

 
At 25 agosto, 2009 17:01, Blogger Unknown said...

Jajajajaja! comenzaras hacerte el sueco? jajajaja..!

excelente anécdota no? =P

Saludos!

 
At 26 agosto, 2009 12:06, Blogger Carlos M. said...

Lo mejor de la anécdota es que conseguí salir vivo de ese agujero!!!

El jodido niño me hizo pasar un acojone de campeonato.

He vuelto a leer la historia y me he reído recordándolo. Valiente, lo que se dice valiente... no parezco mucho ;-)

Ciao!

 

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