jueves, mayo 17, 2007

Como un bebedero de patos

Hace unos meses tomé la decisión de dejar París. Carpetazo y a correr. Pero abrí otra (carpeta, se entiende). Encuadernación a la francesa, como la anterior. Y he aquí que, pasado el tiempo, me da por preguntarme: “¿y por qué coño no encargué las tapas españolas?”

No puedo contar que el desembarco en la región del rugby y la cassoulet haya sido de toma pan y moja. Más bien es de cucharada de aceite de ricino, lo mismo que les hacían tragar a los hermanos Zapatilla. Y no es que esta ciudad sea mi cuarto de los ratones, no es eso. A mi modo de ver se trata más de un tema de estrella. Ya lo dice el refrán, unos nacen con ella y a otros... se la introducen con sus cinco puntas.

Esto me hace recordar que hay muchas veces que no valoramos en su justa medida el gran esfuerzo que hacen nuestras madres para prepararnos para el mundo que se nos viene encima. No creo que haya muchos que puedan decirme que admitían con gusto y comprensión aquellos supositorios que desvirgaron analmente a una buena parte de nuestra generación. Pues bien, lo que muchos no entendimos en su momento se me ha revelado ahora con una claridad pasmosa y cristalina: no era más que un entrenamiento con vistas a futuro. El problema es que lo de los supositorios hace tiempo que mi madre lo dejó, cuando me fui haciendo mayor (... y más fuerte, claro). Así pues, al igual que el cerebro, el culo también sufre de alzheimer y tiende a olvidar lo que un día se le enseñó con tanto afán. Es por eso que hoy ando tan escocido. Y eso que yo, puestos a elegir, antes que la bandera de Japón me quedo con la española, a pesar de ser esta última parte de la herencia de uno de los mayores sodomizadores de la historia reciente. Sin embargo, a uno no siempre se le pone en la tesitura de hacer elecciones.

Y es en esta coyuntura de hechos consumados que no puedo imaginar otra intención por parte de Renault (mi coche), de la propietaria de mi piso, de mi empresa, de France Telecom (mi proveedor de teléfono), de Orange (mi proveedor ADSL), de BNP Paribas (mi banco), de la Poste (correos), de l’Assurance Maladie (la S.S. francesa) y un largo etcétera, que no sea la de conjurarse en mi contra con el objetivo puro, simple y doloroso de... darme por el culo.

“ORGANIZACIÓN, COÑO, ORGANIZACIÓN”, oí gritar un día. Pues nada, hombre, habrá que comenzar a pensar en tomar las de Villadiego, no vaya a ser que me acostumbre y, como dijo aquél,... me acabe gustando.