miércoles, julio 04, 2007

El prisionero de la jaula dorada

Así es como titula Paul Preston, en su libro Las tres Españas del 36, el apartado dedicado a Manuel Azaña Diaz, el último presidente de la II República Española. La jaula a la que se refiere Preston no es otra que la propia presidencia de la República, de la que no quiso “escapar” hasta que Gran Bretaña y Francia consumaron el olvido y el abandono de la causa republicana con el reconocimiento del gobierno del golpista Francisco Franco en febrero de 1939. Un año y algunos meses más tarde, Azaña moría exiliado en Montauban, en la región de Midi-Pyrénées (Francia), a unos 40 km al norte de Toulouse.

Este fin de semana he visitado su tumba y no he podido reprimir una cierta emoción al encontrar el lugar donde reposa una de las mayores figuras políticas de la reciente historia de España. Es un lecho humilde, como corresponde a un exiliado que se ve forzado a dejar su tierra para terminar muriendo casi anónimamente en un país que no le ayudó cuando debía. Pero a pesar de esa humildad, su tumba refleja que el recuerdo de su figura permanece aún indeleble, al menos en la memoria y en el corazón de unos pocos. Dos grandes banderas de la II República cubren su modesta lápida, y pequeños grabados muestran tanto el afecto que aún le guardan aquellos que en un tiempo pensaron que un cambio en esa sociedad tradicional, católica y caciquista era posible, como la esperanza de que las nuevas generaciones sean capaces de entender algún día el espíritu con el que la República y las personas que creían en ella quisieron abrir una nueva página en la historia española.

Yo creo haber empezado a entenderlo, Don Manuel. Y por eso le doy las gracias.

2 Comentarios:

At 06 julio, 2007 11:01, Anonymous Anónimo said...

Entré el tu blog y justo estoy con "El COrazón Helado" de Almudena Grandes, tienes que leerlo Carlos, te va a encantar. Me emocioné al verte junto a la tumba de Azaña.
Nos vemos prontito en Madrid.
Cristina Pelegrina.

 
At 09 julio, 2007 19:29, Blogger Carlos M. said...

Tomo nota, pues suena interesante.

Yo también sentí una emoción especial, sin duda. Lo que demuestra que ni el paso del tiempo ni la historia escrita por los vencedores pueden enterrar el recuerdo de quién representó la esperanza para muchos españoles.

No veremos pronto, por supuesto. Ya me queda menos...

Besos.

 

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