jueves, septiembre 21, 2006

I'll be back

–Ha sido la Hostia

Podría extenderme un poco más, engrandecer la sonoridad empleando auxiliares y/o aumentativos –la puta hostia, el puto hostión–, engalanar la frase con adjetivos operísticos –maravilloso, divino, grandioso, sublime–, describir con verbos reflexivos –de morirse, de partirse, de cagarse–, o utilizar un poco de jerga –pa’ fliparla, dabuti– . Pero en verdad no creo que ninguna de esos recursos lingüísticos llegase a cubrir en su justa medida el grado de satisfacción que ha supuesto para mí estar los últimos –y escasos– cuatro días en casa. Así que, me quedaré con el simple –pero no insulso – calificativo hostiáceo. Eso sí, la h… con mayúsculas.

Y es que han sido cuatro días sin descanso, sin piedad. Como los de antes. Me acuerdo de esos fines de semana de seis días. Empezaban un martes y terminaban el domingo. El lunes a descansar, que hay que tomar fuerzas para la siguiente tanda. La putada es que ya no estoy tan entrenao’. Y pasa factura. Hoy he sido un zombi en la oficina. Pero eso sí… un zombi feliz.

El viernes y el sábado son días de calentamiento. Bueno, digo calentamiento pero yo siempre intento dar lo mejor de mí, en todos los momentos, en todas las circunstancias. Un par de cenas y una comida, con sus correspondientes digestivos, unas veces en forma de licor de hierbas, y otras bajo el epígrafe de copa, cubata, güiskazo o guan-nais –como bien diría mi colega Rober–. Me llevan a comer a un restaurante nuevo. Es bonito, bonito, por lo bien que se come. Y en la noche del sábado, puedo disfrutar de un ambiente festivo-orquestero, con copazos a 3,50 €, mientras me deleito los oídos con el último éxito de la Década Prodigiosa, El Fary, Chiquetete y Bisbal. Hasta bailo un pasodoble... olé!

El domingo es un día de reposo familiar. Comida en casa de mis progenitores. Comida de las de madre. Cualquier parecido con la escasez, los precocinados o el fast-food, no es ya pura coincidencia, es un hecho que no tiene razón de ser. Para rematar el día, visita y cena tranquila en casa de otros amigos. La hija de ambos se apiada de mí… y me ignora… Sé de buena tinta que es un terremoto. Esa noche acabo pronto en casa y no tardo en caer en brazos de Morfeo. Hay que reponer fuerzas, pues el lunes tengo faena...

Me levanto a las 8:00 AM. Una hora y media más tarde, estoy cogiendo el coche rumbo a Mejorada del Campo. ¿Que qué coño se me ha perdido en Mejorada?... son las fiestas... las fiestas del pueblo del Isma.
A las 11:00 ya estoy desayunando. Un par de huevos fritos con ajito troceado y pimentón me esperan en casa de Santiaga, la matriarca. Riki es el encargado de la sartén y por ende, de los huevos.
–Hay que echar primero la clara y después la yema
Eso me lo explica Riki, mientras le veo ataviado con delantal y unas bolsas cubriendo sus zapatillas de correr.
–Es que el año pasado no veas cómo me puse de aceite
Manda huevos, Riki.

Mientras me ventilo los huevos fritos, Santiaga ya me está pinchando para que pruebe el chorizo. No puedo negarme, pues, aunque me encuentro rodeado por miembros de una familia que no es la mía, me hacen sentirme como si lo fuera. Trincho un par de trozos, a la vez que Ismael comparte conmigo la mitad de otro huevo frito.
–Es que están cojonudos –coincidimos ambos.
A eso de las 12:00, me despido de Santiaga mientras intenta convencerme para que me quede al cocido –en según qué ambientes, se le conoce con el apelativo de cocodo–. De tal madre tal hijo, o viceversa. Pero sabe que tengo otra cita, y por eso no me castiga mucho. Es un encanto.

Con los huevos y los choricitos disolviéndose ya en las profundidades de mi estómago, me dirijo con Ismael, Rosa, Riki e Iris hacia la plaza de toros. Hoy hay festejo, y como paso previo, encierro. Yo me ubico convenientemente detrás de las tranqueras, al calor de una pequeña plancha de donde me ofrecen un buen trozo de panceta. Con un botellín en la mano y la panceta en la otra, comienzo a charlar con hermanas, cuñados, sobrinas, sobrinos... ah!, y con César, Picanuca de pro. Nos vamos haciendo cargo de sucesivos botellines y un kalimotxo, preparado con vino de bota.
–Qué vida ésta – me digo a mí mismo, mientras me ofrecen un trozo de jamón, del que doy buena cuenta

Terminados los toros, nos dirigimos a tomar el vermouth. Allí conozco a un tío, hermano de Santiaga. Creo que en esta familia el gen de la simpatía es gen dominante. Pero también lo es el del liamiento –proviene del verbo liar, aplicable a las personas– ... con sólo dos sorbos al vermouth, Riki ya tiene intenciones de pedirme otro. Para mí es duro el acoso, pues me encantaría quedarme, pero eso impediría que asistiese a mi otra cita del día, y tampoco quiero perdérmela. Ismael ha cumplido su palabra y finalmente me dejará escapar. Si él hubiera querido, yo no habría salido de Mejorada hasta el martes por la tarde. Gracias hermano.

Con media hora de retraso, y después de perderme, llego por fin a mi segunda cita del día. Respecto a donde había estado por la mañana, cambia la forma, pero no el fondo: el mesón de Ortega Cano. Jamón, chorizo y roscas a tutiplén, aderezado con multitud de amigos… y unas cañas, claro. No están todos los que son, pero sí que son todos los que están. Grande es el momento, grande de verdad. Yo cuento y también me cuentan. Hablamos de lo que hubo, de lo que hay y de lo que habrá. No pago un duro. No me dejan. Me dicen que ya pagaré yo cuando ellos vayan a París.
–Coño... cabrones... –es lo único que se me ocurre decir mientras pienso en la cerveza a 4 € de los bares parisinos.

Me despido, aunque a unos pocos sé que les veré un poco más tarde. Patxi, Antonio, Coria, Oscar R. y Mercedes me acompañan en el Wingmirror a tomar las últimas del día. Aunque no somos árabes ni musulmanes, pronto comenzamos a hablar de Alhambras y Mezquitas. No sé qué coño pinta aquí Holanda, pero a veces se cuela también la señora Heineken en la conversación. Somos gente cosmopolita, y eso se nota en nuestras cervezas. Pronto llegan las 22:00, y ya es hora de despedirse. Es lunes.

Cojo el coche dirección Coslada. Es la última cita del día. Mientras como la tortilla y bebo una Coca-Cola Zero, mi madre me dice que me ve más delgado.
–Mamá... –le digo, intentando hacer cálculos de la cantidad de calorías que habré ingerido hoy, tanto por vía sólida... como líquida

El día siguiente es martes. El día de la partida. Tengo la penúltima cita. Una comida, con Carlos. No, no es mi otro yo, es un amigo. Hablamos mucho. Me invita.
–No tendré que invitarte yo cuando vayas allí, ¿verdad? –le digo, mientras vuelvo a recordar la cerveza a 4 €.

La tarde la paso con mi familia. A las 19:00 me llevan al aeropuerto. El avión sale con media hora de retraso, lo que hace que no llegue al apartamento hasta pasadas las 00:00. De camino, pienso en todos aquellos a los que no he podido ver. Cuatro días son casi como un parpadeo.
Cuando por fin entro en casa, veo que la cama me espera. Sólo tengo ojos para ella. Caigo rendido, y, mientras se apodera de mí una embriaguez repentina, con la poca lucidez que el sueño me deja, aún me da tiempo a escuchar algo que sale de mis propios labios:

–Ha sido la Hostia –digo

Con mayúsculas, por supuesto.

5 Comentarios:

At 25 septiembre, 2006 17:33, Anonymous Anónimo said...

Terminator, no creas que me he olvidado de ti, pronto, muy pronto tendras noticias de mi. Venezia se hunde y yo con ella. De vuelta estoy ¿a donde voy?. Grazie per tutto

 
At 25 septiembre, 2006 17:55, Blogger Carlos M. said...

Pues si Venezia se hunde... habrá que sacarla de nuevo a flote.
Compráte una brújula.
De rien, mon ami, de rien...

 
At 25 septiembre, 2006 20:58, Anonymous Anónimo said...

Eres un guarro siempre pensando en lo mismo, no hay quien te diga nada, todo tiene connotaciones sexuales para ti. Un abrazo (espero no lo identifiques con nada perverso)

 
At 17 octubre, 2006 12:55, Anonymous Anónimo said...

La ostia ... que hambre me ha entrado. ¿No te llevaste ningún producto del cerdo para tierras parisinas? sino es así habrás tenido "mono" después de tanta ingesta.

El cerdo que gran animal, la uva que gran fruta y la cebada ....


PD: nos veremos en París

 
At 17 octubre, 2006 13:51, Blogger Carlos M. said...

Pues no, tan sólo me traje tres botellas de vino, dos de Frangelico y una de licor de hierbas... tenía sed.

PD: ... eso espero.

 

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