lunes, noviembre 20, 2006

En el fondo... la quiero

Hoy tenía pensado escribir sobre un hecho que llenó de júbilo a miles de hogares españoles, un júbilo éste privado, furtivo, velado, disimulado, clandestino..., y también a otros cuántos hogares más que tendían su mirada por detrás de las malditas fronteras oscuras que nos aislaron del resto del mundo durante casi 40 años, pero a buen seguro que éste último sería un júbilo público, visible, desenmascarado, cantado, manifiesto...
Pero mientras pensaba en escribir sobre el infame personaje, cuya mediocridad describe con tanto acierto Paul Preston en su libro Las tres Españas del 36, una visita inesperada ha captado mi atención.

En este momento, un cielo negro y lluvioso cubre París, y la melancolía, que tan bien define y caracteriza la vida en esta ciudad, ha hecho acto de presencia en mi propio salón. Está aquí... conmigo. Casi puedo tocarla… sentada en la silla que me acompaña y que tan vacía parece. Las notas de la música de Yann Tiersen inundan la habitación, y me pregunto si esas melodías que con tanto acierto compuso para la bella Amélie, no serán en sí mismas una poción que, no a través de la boca sino penetrando por nuestros oídos, hacen que uno se sienta de repente trasladado al París de lo bohemio, de las calles empedradas, de los jardines ocultos que cierran sus puertas a la caída del sol guardando su intimidad, de las puertas de madera tras las que se ocultan casas de ensueño, de las hojas caídas por la llegada del otoño, amontonadas sobre las aceras, del olor del Sena sentado al borde de su ribera, de las bufandas de colores vivos, a rayas, a cuadros, de los gorros dispares, traviesos, divertidos, del mar de bicicletas que inundan sus calles reivindicando una ciudad más humana, del pan y del croissant recién hechos, de los mercadillos, con puestos llenos de fruta, pescados, carnes y quesos, de las canciones antiguas en las que un acordeón impone su presencia, de la diversidad cultural y racial, presente en cada cada calle, rincón o edificio, de los puentes que unen las riberas del río, de sus islas, de las viejas y nuevas historias de comics, de los barcos con sus largas panzas, de esa torre alta y vigorosa, de las iglesias como catedrales, de los claros y oscuros, de las luces y las sombras, de las bebidas coloreadas, de la eternas terrazas llenas de calor, humano y artificial, del sol tan deseado y tan esperado, del verde húmedo, de los artistas callejeros que traen alegrías y sonrisas en las plazas, calles y puentes, del melodioso tono al hablar, de los semáforos de corazones, de los marcianos pacíficos que invaden las paredes, de los variados y apetitosos manjares de la interminable oferta gastronómica, de los desayunos en mi terraza, tomando el sol, de mi querido Montmartre y sus escaleras interminables... y de todos aquellos secretos que sin lugar a dudas guarda y que todavía me oculta.

Y aún cuando la música sigue sonando, la melancolía que hoy ha venido a decirme hola, comienza a despedirse de mí, pero sin decirme adiós..., tan sólo un hasta pronto, o mejor dicho, un à bientôt!... pues tan bien como yo, ella sabe que volverá a visitarme cuando dentro de poco tiempo... yo mismo me despida de esta ciudad, de esta París tan bella y fascinante... como fría y distante.

12 Comentarios:

At 21 noviembre, 2006 09:51, Anonymous Anónimo said...

el día 11 de diciembre, que es lunes, toca en París... mola el Yann Tiersen, que no!

ps.: con un poco de valentía, suerte y algún que otro ingrediente molaría hacerle naufragar

 
At 21 noviembre, 2006 12:19, Blogger Carlos M. said...

Sí, toca en Le Bataclan, una sala de conciertos que no está muy lejos de mi casa.
Habrá que pasarse... aunque toca a las 19:30, la hora de la merienda.

 
At 21 noviembre, 2006 12:49, Anonymous Anónimo said...

Pasar una temporada en el extranjero es sin duda una estupenda oportunidad disfrutar de sentimientos como la nostalgía que parecían ser cosa de otros. La privación de la presencía inmediata que impone la distancia física se equilibra con la aparición de esa cercanía emocional dando lugar a una deliciosa sensación de ubiquidad.

(Julio, no sé te ocurra decir nada. Carlos y yo somos tipos duros salvo a la hora de escribir...)

Blogger no me deja utilizar mi usario, espero que sea por problemas técnicos y no por mis pequeñas licencias poéticas.

 
At 21 noviembre, 2006 13:48, Anonymous Anónimo said...

Ooops! Quise decir UBICUIDAD, con "C", que es una letra muy castiza, pero se me coló una "Q", más anglosajona, como se ve en la traducción inglesa de la dichosa palabra: "UBIQUITOUS".

 
At 21 noviembre, 2006 14:05, Blogger Carlos M. said...

Coincido contigo en que reconforta sentir que la nostalgia te acompaña, pues nos muestra el apego que tenemos por algo. Pero... cuidado!... no vayamos a morir de sobredosis...

 
At 21 noviembre, 2006 18:39, Anonymous Anónimo said...

Solo te digo que tengo ganas de verte, y que la nostalgia no acompaña solo a los que se van, si no a los que se quedan también

 
At 21 noviembre, 2006 20:21, Blogger Carlos M. said...

Como diría un amigo que tengo, el cual está aprendiendo francés de forma autónoma... sé la ví...

Besos.

 
At 23 noviembre, 2006 18:43, Anonymous Anónimo said...

Carlos,

Ya ha nacido la hija de Dani y Susana. Fue el pasado martes, con un adelanto de unas 2 semanas. Ambas están perfectamente.
Te escribo acá porque supongo que lo leerás y porque he perdido tu dirección de correo.

Un abrazo,
Ernesto

 
At 24 noviembre, 2006 16:01, Blogger Carlos M. said...

Ya he transmitido la enhorabuena al padre y el pésame a la niña... Menos mal que está Susana...
Besos para los tres.

PS: Gracias por la info, Ernesto. Un besote también para vosotros.

 
At 09 enero, 2007 10:13, Anonymous Anónimo said...

sigue la fiebre con más fechas, aun que esta vez si pasar por Francia de momento...

 
At 09 enero, 2007 21:59, Blogger Carlos M. said...

Guapo, guapo el concierto. A ver si tengo tiempo y hago una pequeña crónica... a mi manera, claro.

 
At 10 enero, 2007 18:27, Anonymous Anónimo said...

Cuando quieras hermoso la isla siempre tiene hueco, la sombra de la palmera y unos daiquiris están siempre a tu disposición. Besines.

 

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