viernes, octubre 13, 2006

Teoría de la Selección Laboral

Es realmente curioso el tema éste de los procesos de selección laboral. Quién no habrá pasado alguna vez, a estas alturas ya de la vida, por uno de estos amenos, entretenidos y siempre gratificantes procesos. En mi caso, gracias a ese espíritu inconformista que siempre va conmigo a todas partes, y que me ha llevado en varias a ocasiones a dar pequeños cambios de rumbo –y por ende, de empresa–, puedo decir, así, a ojo de buen cubero, que en toda mi vida de sufrido proletario habré pasado por la criba en más de 100 ocasiones, para un número de empresas cercano a la mitad. Es una cifra nada despreciable si tenemos en cuenta el tiempo invertido, las tensiones soportadas y las decepciones sufridas.

Decía que es curioso esto de la selección por los diferentes tipos de sistemas, pruebas, entrevistas y personajes que puedes llegar a encontrarte. Entrevistas con RRHH, con gerentes, con directores, dinámicas de grupo, entrevistas técnicas, tests psicológicos, pruebas de escritura, tests de inteligencia, solución a planteamientos de hipótesis o casos reales, pruebas de idiomas, etc. La lista es larga. Es difícil encontrarte con todo esto en un mismo proceso –si fuera el caso, te recomiendo que salgas corriendo de esa oficina–, pero yo puedo atestiguar haber sufrido en mis carnes un 90% de la lista descrita, sólo les faltó darme por culo –¿entiendes ahora por qué digo que salgas corriendo?–.

Con relación a la fauna con la que uno puede cruzarse, también hay de todo. Es una tarea para muchos ingrata, y que no siempre se ejerce de una manera inocua. Pero en el fondo, yo no les culpo, porque también he estado en el bando contrario, en el de los malos, y es una tarea que si no sabes controlar puede llegar a envilecerte.
Mención aparte merecen aquellos o aquellas que disfrutan viendo sudar al personal. Es la figura de lo que se llama vulgarmente un hijoputa –o hijaputa–. Dícese de aquél –o aquella– que se pasa la hora u hora y media de la entrevista provocando, tocándote los huevos, de una manera tan evidente, tan palpable, que realmente da la sensación de que te esté haciendo una presa genital. Habrá alguno que piense:
–Joder, pues si te toca los huevos será porque te dejas.
Sí, claro, como si a mí gustase que me toquen las pelotas. El problema es que cuando la situación es acuciante, el trabajo es precario y las oportunidades escasas, hay que hacer de tripas corazón y tragar un par de veces antes de comenzar a cagarse en lo más sagrado.

Está claro que hay diferentes escuelas a la hora de aplicar métodos, tácticas y estrategias por parte de los seleccionadores. Pero también hay diferentes tipos dentro del colectivo de los postulantes. Sin el afán de plantear aquí una clasificación exhaustiva, ni tampoco establecer una analogía o asociación con clases sociales –aunque estoy más que tentado de hacerla–, yo diría que a grandes rasgos podemos distinguir claramente dos tipologías: por un lado están aquellos que por circunstancias de la vida, del mercado, de oportunidad, de formación y, por qué no decirlo, de suerte, se ven en la dura tarea de convencer a quién sea para conseguir un trabajo demasiadas veces mal pagado. En el otro extremo se posicionan los que, por los mismos tipos de circunstancias, pero esta vez, inclinando la balanza en el otro sentido, se ven en la dulce tarea de recibir propuestas que tienen el objeto de convencerles sobre la conveniencia de convertirse en miembro de un maravilloso e idílico colectivo humano-empresarial –huelga decir que en lo referente a la minuta resultan también bastante más atractivas este segundo tipo de postulaciones–.

Yo siempre me he sentido encuadrado en el primer tipo, aunque en la última ocasión en la que probé de nuevo la excitante experiencia de la búsqueda de empleo, el destino quiso que me sintiera un poco más cerca del segundo. Pero bueno, ya sabemos todos que un espejismo no es sinónimo de realidad, y al final todo lo que sube… baja –si es que no estaba destinado a subir–.
Así que, ahí sigo, encuadrado en el tipo de postulante que demanda una oportunidad al menos digna. No quiero ser hipócrita y decir que no la disfruto en este momento, pues no tengo demasiados motivos para quejarme. Pero aún sigo esperando el día en el que llamen a mi puerta para presentarme una oferta irrechazable... aunque sólo sea para darme el gusto de decir que no... por el puro placer de sentirme libre.

2 Comentarios:

At 19 octubre, 2006 22:54, Anonymous Anónimo said...

Mmm.. todo muy bonito, pero viniendo de alguien capaz de preguntarle a un pobre chaval "¿Qué es para ti un Thread?", resulta contradictorio :-)

 
At 25 octubre, 2006 16:37, Blogger Carlos M. said...

Eso es una leyenda urbana. Si ni yo mismo sé lo que es...
Tiburón, que no eres más que un tiburón...

 

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