viernes, enero 19, 2007

¿Es la guerra?... pues que se ponga

El otro día estaba en casa, preparándome para engullir mi desayuno matinal –digo matinal porque a veces me da por cenar un cola-cao con galletas– cuando comenzaron a sonar unas alarmas antiaéreas, de esas que advierten a la población civil que un bombardeo inminente va a tener lugar sobre la ciudad.

–Coño! –me dije– ¿Nos atacan?

Temiendo que el cielo cayera sobre mi cabeza –¿será que estoy comenzando a volverme galo?– estuve tentado de tirarme al suelo, reptar hasta debajo de la mesa y taparme la cabeza con las dos manos, no fuese a ser que en uno de los hipotéticos pepinazos, el plafón del techo cobrase vida propia. Pero finalmente las pelusas que inundan el pseudo-parquet de mi casa, me hicieron más valiente de lo que soy y me mantuvieron en pie, en medio de la mini-cocina, esperando acontecimientos.

–Es normal, tranquilo –me dijo Claudine–. Lo hacen cada primer miércoles de mes a las 12:00, para chequear que las alarmas funcionan.

–Ya lo sabía… –le dije, con aires de valiente, mientras comprobaba si los calzoncillos me habían cambiado de color

Realmente me dejó sorprendido no ya el hecho de que se hagan estas pruebas sino por constatar que aún existen alarmas de ese tipo en un país tan [xxxxx]izado como éste –sustitúyase las xxxxx por calificativos del tipo social, industrial, occidental, global, etc.– Pero es cierto que cuando uno reflexiona un poco –ya en calma y con los calzoncillos limpios– y revisa la historia francesa, no resulta del todo descabellado pensar que un país que ha sufrido dos guerras mundiales, la guerra de Indochina y la guerra de Argelia en poco menos de cien años, pueda seguir manteniendo en sus principales ciudades vestigios de algo que un día sonaba no sólo por afán ensayístico.

Es la hostia esto de las guerras. Siempre muere la gente que no debe. Siempre muere gente… punto. Bueno... la verdad es que... ¿siempre...? Depende de la guerra.

Mi primera guerra:

Les voy a contar a ustedes por qué fui a la guerra. Yo trabajaba de ascensorista en unos almacenes, y un día, en lugar de apretar el botón del segundo piso, apreté el ombligo de una señora gorda, que era la mujer del gerente, y me despidieron. Me fui a mi casa y me senté en una silla que teníamos para cuando nos despedían, y vino mi tío Cecilio con un periódico que traía un anuncio que decía: "Para una guerra importante, se necesita soldado que mate deprisa". Y dijo, mi abuela:
–Apúntate tú que eres despabilado
Y dijo mi hermana:
–Pero habrá que comprarle un caballo
Pero no lo vendían suelto, tenía que ser con carro y con basura, y dijo mi madre:
–Vas a llenar la guerra de moscas, es mejor que la hagas a pie, pero limpio.

Entonces mi madre me hizo una tortilla de escabeche y me preparó un termo con caldo y me fui a la guerra. Cuando llegué estaba cerrada, pero había en la puerta una señora que vendía bollos y torrijas, y le pregunté:
–Señora, ¿es ésta la guerra del catorce?
Y me dijo:
–No, ésta es la del veintiséis, la del catorce es más abajo
–¿Y sabe a qué hora abren? –pregunté otra vez.
Y me dijo:
–No creo que tarden mucho porque ya han tocado la trompeta

Entonces me senté en un banco, con un soldado que no mataba porque estaba de luto, y cuando abrieron la guerra entré, pregunté por el comandante y me dijeron que no estaba porque había ido a comprar tanques y albóndigas para el ejército, así que me esperé, y cuando llegó el comandante le dije:
–Que vengo por lo del anuncio del periódico, para matar y atacar a la bayoneta y lo que haga falta
Y me preguntó:
–Tú que tal matas?
Y le dije:
–Yo flojito, pero cuando me entrene voy a matar muy deprisa
Y me preguntó:
–¿Traes cañón?
Dije:
–Yo creía que la herramienta la ponían ustedes
Y me dijo:
–Es mejor que traiga cada uno el suyo, así el que rompe… paga
Dije:
–Yo lo que traigo es una bala que le sobró a mi abuelo de la guerra de las Filipinas. Está muy usada, pero lavándola un poco...
Y dijo el capitán:
–Y cuando se te acabe la bala ¿qué?
Dije:
–La ato con un hilo, disparo, tiro del hilo y me la traigo otra vez
Y dijo el comandante:
–Y si se te rompe el hilo, pierdes el hilo y la bala
Y dije:
–Lo que puedo hacer es disparar, ir a buscar la bala y traerla otra vez
Y dijo el teniente:
–Es que no vamos a estar pidiéndole una tregua al enemigo cada vez que tengas que ir a buscar la bala. Además, esta bala es muy gorda para los fusiles nuestros
Y dijo el sargento, que era bajito por parte de padre:
–Pero limándola un poco...
Y el teniente le llamó imbécil y le arrestó seis días de calabozo por tonto. Entonces me dieron un fusil y seis balas y me dijo el comandante:
–Hale, ¡ponte a matar! Aquí se mata de nueve a una y de cuatro a siete, y los sábados por la tarde hacemos semana inglesa

Y me fui a la trinchera, y estaba yo matando tan calentito, con mi tortilla de escabeche y mi fusil, y dijo el capitán:
–Prepárate, que vas a ir de espía

Me pusieron una peluca rubia con tirabuzones, una minifalda, una blusita de seda natural, unos zapatos de tacón alto y me fui hasta el enemigo y dije:
–Hola!
Y dijo el centinela enemigo:
–¿Qué quieres?"
Dije:
–Soy Mari Pili
Y dijo:
–Tú hace poco que trabajas de espía, ¿no?
Dije:
–Desde hace dos horas
Y me dijo:
–Te lo he notado en los pelos de las piernas. ¿Y qué quieres?
Dije:
–Que me ha dicho mi comandante que nos deis el avión
(como nos llevábamos bien con el enemigo, con un avión nos arreglábamos todos: los martes, jueves y sábados lo usábamos nosotros y los lunes, miércoles y viernes lo usaba el enemigo, y los domingos se lo alquilábamos a una agencia de viajes, para cubrir gatos).
Y me dijo que no me podía dar el avión porque le estaban poniendo un grifo para que fuera a propulsión de chorro. Volví a mi trinchera, le dije al comandante que no me habían querido dar el avión y dijo:
–Déjalos, si arrieros somos, y en el camino nos encontraremos!!. Y ahora vas y les bombardeas a pie

Así que me pusieron una bomba debajo del brazo y llegué otra vez donde el enemigo, y me dijo el centinela:
–¿Otra vez, Mari Pili? ¿Y ahora qué quieres?
Dije:
–Vengo a tirar la bomba
Y me dijo el comandante enemigo:
–A ver si vas a dar a alguien, gracioso
Dije:
–Yo soy un mandao, y obedezco órdenes
–Pues muy bien, si obedeces órdenes yo te ordeno que tires la bomba en un charco para que se moje y no explote –me dijo el comandante enemigo

Y así lo hice. Tiré la bomba en un charco y no explotó y no maté a nadie. Y cuando volví a mis trincheras, dijo el coronel:
–A buenas horas vienes!!
Dije:
–¿Qué ha pasado?
Y dijo:
–Que se ha terminado la guerra, que ha venido la policía y como no teníamos al día la licencia de armas se nos han llevado los tanques, los cañones y las ametralladoras

Entonces nos repartimos las albóndigas y las patatas y el perejil de Intendencia y nos fuimos cada uno a su casa y ya no maté a nadie.

Miguel Gila

lunes, enero 08, 2007

Sigo siendo yo (o estando)

No. No he desaparecido. Aún no. Sigo por aquí, aunque no se me vea ni se me lea. Qué será lo que tienen las navidades que te ocupan tanto tiempo sin hacer nada. Incongruente pero coherente.
A ver si aprovecho mejor el tiempo. A ver. A ver si escribo pronto. A ver. Haber ganas, hay. Haber.
Ortografía. Lección I.