lunes, febrero 12, 2007

Siempre nos quedará París

Salvo ciertos tornillos y alguna que otra paciencia, dicen que todo tiene un fin.

La tarta de chocolate y las natillas lo tienen, el libro que tanto nos emociona, la caña que nos tomamos con los colegas, la hipoteca, la clase de Cálculo Infinitesimal, el embarazo, el sueño del que uno no quiere despertar, la espera por una operación en la Seguridad Social, la lluvia incesante que no para de caer.

El día lo tiene, el paseo por la playa con los pies desnudos, el túnel más largo del mundo, el llanto de un niño, tu programa favorito, los malos gobiernos (y también los buenos), el ramadán, las mejores vacaciones que uno pueda imaginar, la ensaladilla rusa de mi madre.

El odio lo tiene, el capuchino con la crema más perfecta que hayamos visto, la puesta de sol a orillas del mar, el paisaje florido de la primavera, las especies en peligro de extinción, el cigarrillo de después de comer, el discurso del pelmazo de turno, la fugaz mirada de un/a desconocido/a.

La soledad misma lo tiene, la escena que nos hace llorar, el camino que no lleva a ninguna parte, la codicia del hombre, la resaca más espantosa, la indiferencia, la llamada que nunca llega, la nieve en invierno, la incertidumbre que tanto nos desasosiega.

La noche lo tiene, la bolsa de panchitos, el maratón más duro, la enciclopedia por fascículos, la inteligencia de los dirigentes, la dictadura franquista (que no su herencia), el helado de pistacho y turrón, la universidad, la bombona de butano.

El orgasmo lo tiene, el bote de crema solar de la rubia de al lado, la penitencia de los creyentes, la violencia, el taladro del vecino, la humillación de cada mundial, el agua embalsada, la riqueza (que no la pobreza), el sabor de un chicle.

El amor lo tiene, las rebajas de enero, la juventud, el saldo del móvil, el beso más eterno, la mentira, el fluir de un río, la montaña rusa más larga, las pilas Duracell, los anuncios de Antena 3, la botella de patxarán, el escalofrío.

La intolerancia lo tiene, la piscina más larga, el perfume que nos embriaga, el que las embriaga (a ellas), el pozo de petróleo, la canción que más nos gusta, la pista de esquí más espectacular, el salto más largo, el más alto (el salto), la caricia más excitante...

La vida lo tiene.

Entonces... ¿por qué no lo iba a tener mi estancia en París?.