jueves, junio 28, 2007

El circo español

El País.com (27/06/2007): Rajoy califica de "vergüenza" que los blindados no cuenten con inhibidores y el presidente le contesta que el PP nunca se preocupó de usar sistemas antibomba en sus ocho años de mandato

El panorama político en este país hace tiempo que ha traspasado ya los límites de la repugnancia. Es agotadora toda esta dosis de rabia, de bajeza, de venganza, de reproche, de confrontación, de orgullo, de descalificación, de oportunismo, de mediocridad. Es, como digo, agotador y desmoralizante, triste y lamentable, y un sinfín de calificativos más que no hacen sino robarme poco a poco, pedazo a pedazo, las ganas de regresar a España.

La rivalidad, la competencia y la alternancia políticas son características que se presuponen propias de un sistema democrático estable y asentado. Pero cuando las estrategias que se piensan y las tácticas que se aplican son tan rastreras y lamentables como las que llevo observando desde hace años en este país, uno llega a plantearse si esto es en realidad una democracia adulta o no es más que un proyecto en pañales.

Basta con profundizar un poco en la historia de España, sin necesidad de remontarse muy atrás (hablo de la historia contemporánea), para darse cuenta de que esta situación no es más que un reflejo de otras pasadas. En España ha habido siempre una fractura social, ideológica y espiritual, y los cuarenta años de aislacionismo, retraso y represión que unos muchos sufrieron y que todos ahora pagamos, han contribuido a que dicha fractura se siga manteniendo hoy día.

Pero no toda la responsabilidad recae en el gremio político. Los llamados poderes fácticos no dejan pasar la oportunidad de clavar la aguja en el ya más que mancillado muñeco de la honestidad. El papel que está teniendo, por ejemplo, la jerarquía eclesiástica española, la curia, o por simplificar, La Santa Madre (que la parió) Iglesia, en fomentar la confrontación social y política de este país es ciertamente alarmante. Pero no sorprendente, porque la influencia de la Iglesia en España ha sido siempre desmedida. Y hasta que no se diluya definitivamente esta influencia religiosa en un país que se dice laico, habrá que seguir soportando que dicten pseudos- fatwas bíblicas como la que hace poco anunciaron en relación a la asignatura de Educación para la Ciudadanía y los Derechos Humanos contemplada en la próxima Ley Orgánica de Educación. Y qué decir de la actuación de ciertos medios de comunicación. Estrategias de desestabilización, de engaño, de tergiversación, de contubernio, han sido la punta de lanza de la labor mediática de La Cope y El Mundo. A veces llegando a puntos extremadamente lamentables como en el caso de los atentados del 11-M.

En fin, que estoy hasta los cojones de escuchar siempre lo mismo, siempre del otro y siempre mal. ¿Para cuándo hablar de merecer en vez de desmerecer?, ¿para cuándo hablar de las soluciones y no de los problemas?, ¿para cuando dejar de escupir descalificaciones y susurrar algún elogio?, ¿para cuando mirar la paja en el ojo propio en vez de en el del ajeno?, ¿para cuando un poco de convivencia política?, ¿para cuando, coño?

Hace unos años, el entonces gobernador de Florida (EE.UU.), hermano del muy querido G. Bush, se refirió a España como una república. Eso levantó muchas ampollas, no sólo en el lobby monárquico español por confundir a los borbones con los Reyes Magos, sino también en el orgullo patrio, pues se tomó en el sentido de “bananera”, con la connotación tercermundista que el término conlleva.

Pues bien, lejos de querer rectificar a un hermanísimo de la reencarnación del Tío Sam, yo diría más bien que España no es sino un gran circo al aire libre, lleno de bestias salvajes y payasos sin gracia, en el que el público... comienza ya a aburrise.

miércoles, junio 20, 2007

Go home

No hace mucho escribí un artículo que hablaba del fin de la cosas. O mejor dicho, de que todas las cosas tienen un fin, entendido como punto y final de la cosa, no como objetivo a cumplir. Vamos, que se terminan, coño. Pues bien, en estos últimos días he comenzado a escuchar el tañido de las campanas que me anuncia un nuevo fin, otro the end en esta sucesión de etapas que componen la vida. No será un paréntesis ni un Kit-Kat, sino más bien un finito, un acabose.

Toulouse y Francia. En agosto ambas seguirán estando donde están ahora.

Yo no.

Me vuelvo a casa.

domingo, junio 10, 2007

El himno

He leído que hay una especie de campaña promocionada por deportistas o gente relacionada con el deporte solicitando una letra para el himno nacional español. Parece ser que el himno del Liverpool, equipo de fútbol inglés, le puso la piel de gallina a algunos y ahora buscan poder sentir la misma emoción poniéndole letra a una marcha militar.

No es muy conocido el hecho de que hubo un tiempo en que este himno impuesto tuvo letra. Lo que tal vez tampoco todos saben es que había más de una letra. Yo, por ejemplo, en mis tiempos de niñez en el barrio madrileño de Vicálvaro aprendí una de estas versiones.

Aquí la adjunto, aunque como veréis, no da para mucho. Es lo que tienen las marchas militares, están hechas a la imagen y semejanzas de los que las crean.
No sé si ganaría en una votación popular, pero al menos tendría la satisfacción de oir cómo se remueven los cimientos del Valle de los Caídos. A lo mejor, con suerte, se cae la cruz...

Franco, Franco,
que tiene el culo blanco
porque su mujer
se lo lava con Ariel.

(repetir)

Burro, zopenco, animal, vegetal
sólo le falta el rabo para rebuznar.

(repetir)

sábado, junio 02, 2007

Cuestiones shakespearianas

Estoy hastiado.

Hastiado de lidiar sin ser torero, de nadar a contracorriente sin aletas, de barrer sin escoba, de pegarme con el mundo sin guantes ni casco, de volar sin alas, de caminar sin saber hacia dónde, de mirar sin ver nada, de escuchar sin oír nada, de hablar sin decir nada, de correr descalzo, de escalar sin cuerda, de escribir sin pluma, de cargar peso sin tener fuerza, de llorar sin lágrimas, de respirar sin aire, de gritar sin voz, de vivir sin paz, de amar sin amor, de reír sin gracia, de dormir sin sueño, de alzar la vista sin ver el sol, de pasear por una calle sin ver a nadie, de bailar sin ritmo, de pagar sin invitar, de estar sin estar …

En cambio…

Prefiero estar contento.

Contento de ser toro, de nadar con aletas aunque sea contracorriente, de barrer con aspirador, de llevarme bien con todo el mundo, de volar con la imaginación, de caminar sabiendo hacia dónde voy, de mirar viéndolo todo, de escuchar oyéndolo todo, de hablar diciéndolo todo, de correr con zapatillas, de escalar con cuerda y arnés, de escribir con bolígrafo, de tener quién me ayude a soportar la carga, de llorar como un manantial, de respirar a pulmón abierto, de gritar como un tenor, de vivir en paz, de amar a pecho descubierto, de reír con el corazón, de dormir a pierna suelta, de alzar la vista hacia un enorme cielo azul, de pasear por una calle repleta de gente, de bailar a todo tren, de pagar incontables rondas, de estar al cien por cien…

Hastiado o contento. Esa es la cuestión.
¿Me ayudas a elegir?